Cuando llegas a casa después de un viaje largo el cuerpo reconoce ese espacio, se relaja, te quitas los zapatos, quizás sueltes las maletas o el bolso porque ya no tienes que cargar con ellos, a lo mejor abres la nevera para ver lo que hay dentro, incluso guarreas un poco, puede que comas con las manos en el caso de que te hayan guardado algo de comida si vives con alguien. Te sueltas la ropa, botones, cinturón, hasta la coleta del pelo, todas las sensaciones que tienes son corporales, tu cuerpo ha reconocido ese espacio como tu casa, ya está, te relajas, se termina el viaje.
También es cierto que hay quien durante los viajes hace de los sitios que visita su casa, son los menos pero los hay.
Esta sensación de llegar a casa es la que sentí en el último taller de Anatomía Experiencial que realicé, hicimos una exploración por parejas, cuando el compañero me estaba moviendo sentí que mi cuerpo no tenía clara la dirección donde el practicante le invitaba a ir, mi mente quería ayudarle y aparecía más confusión, como una idea mental creía que sabía hacia donde quería ir, prejuzgaba hacia donde quería ir pero no era lo que mi cuerpo pedía, cuando apareció el sostén incondicional por parte del practicante, el prejuicio mental de la dirección desapareció, me rendí , ja , ja y yo que siempre había creído que la rendición era un fracaso. Esa rendición hizo que se disolvieran nudos característicos en mí, que se fundieran, sentí una flojera física y mental, el instante era ese, no podía prejuzgar lo que iba a ocurrir porque rendirse era la única opción para avanzar.
¿Cómo? ¿Rendirse para avanzar?
Un animal lucha o huye, pero también se rinde y rendirse es una opción tan poderosa que muchas veces es la única que le permite seguir viviendo. Rendirse no es congelarse es dejarse, es muy diferente, rendirse permite la disolución de la forma, el tejido conectivo permite esa rendición, congelarse es mantener y aferrarse a la forma, como ocurre en los síndromes de stress post traumático.
Nuestros prejuicios e ideas mentales sobre algo nos limitan anticipadamente, avanzamos juicios de valor en parte de lo que no somos o queremos ser, pero desde luego solo es una idea mental.
¿A caso es un culturista más fuerte que Bruce lee? ¿Más fuerte en qué?
Solo rindiéndome llegué a casa, en ese espacio que el cuerpo lo reconoce como un lugar donde no hay lucha, donde no hay que contraerse para sujetarse, donde el conectivo se expande y da paso a toda una ola de movimientos y en el que sientes que el disfrute no está sólo en ir a favor de la ola sino también en sentir la calma que viene después. Se produce una calma mental una congruencia entre pensar, el ser y el estar, hay más fluidez en los movimientos.
Ese instante no tiene juicio, es como si se disolviera la forma para dar paso quizás a una nueva forma, no se siente la parte como algo aislado, no puedo ni recordar que zona fue, se disolvió en una sensación general, recuerdo que salivé mucho, que mi prejuicio de mi forma no se sustentaba más, una nueva realidad se estaba construyendo en ese instante.
Tras terminar el curso y ya en el coche me puse a cantar de vuelta a Benicassim, la voz salía de ese espacio, no había esfuerzo, como aquellos que son grandes artistas y lo son no solo por su técnica sino por la pasión que le ponen.
Los días posteriores fueron muy fluidos con mucho disfrute pese a la cantidad de trabajo, pudiendo a la vez sentir y ser observadora de mi misma.
Yo ya sabía todo esto, toda mi vida ha sido una búsqueda de reencontrarme en casa, pero cuando llegaba de una forma u otra la abandonaba, siempre había algo que me impidiera sentir ese espacio, esas sensaciones. Mi camino profesional ha sido mi propia terapia no tengo ningún reparo en decirlo.
Llegar a casa es sentir el cuerpo que alberga tu vitalidad, es no separar ser mujer, madre, hija, hermana, amiga, fisioterapeuta, Rolfer™, es saber que ya estas, ya has llegado, eres la que eres, no hay papeles ni personajes, sin prejuicio, me rindo a ser.
Aún me falta soltar las maletas, quitarme la coleta, descalzarme, habitar la casa y volver a sentir para simplemente ser.