Déjenme envejecer, gracias.

DÉJENME ENVEJECER, GRACIAS.

 

El otro día estuve en una fiesta con amigos, había gente que la conozco desde la niñez y nos apreciamos mucho, a su vez me presentaban a sus nuevos amigos.

Surgió la conversación: “venga enséñales una foto de cuando eras joven”, llevo como 8000 fotos en el móvil, y me costó encontrarlas, pero allí estaba yo, me daba cuenta que no buscaba las actuales, solo las de rubia natural, delgada pero musculada y chulapa guapa.

Al llegar a mi casa me puse a reflexionar y con todo el cariño que tengo por las vivencias, sentí el privilegio de haber sido joven, rubia natural, delgada musculada y chulapa guapa,

¿Qué significa? Genética y que mi madre me daba de comer muy sano, y hacia deporte.

¿Por qué digo privilegio? En una cultura obsesionada con la apariencia, los cumplidos sobre el aspecto físico suelen ser recibidos con una mezcla de gratitud e incomodidad.

Frases como «¡Qué bien estás! ¡Qué delgada estás!» pueden parecer halagos inofensivos, pero en realidad, revelan una problemática profunda sobre cómo valoramos a las personas, especialmente a las mujeres. Estos comentarios refuerzan la idea de que el valor de una mujer está intrínsecamente ligado a su apariencia, particularmente a su peso y juventud, perpetuando una cultura que pone la estética por encima de la salud y el bienestar tanto físico como emocional.

 

 

La imposición de un ideal inalcanzable

Desde temprana edad, las mujeres somos bombardeadas con imágenes de belleza inalcanzable. Modelos de cuerpos delgados, pieles sin arrugas, y cabellos perfectamente arreglados aparecen en cada rincón de la cultura popular.

Las redes sociales, revistas, anuncios y películas refuerzan un ideal de juventud eterna que es simplemente imposible de mantener. Este ideal crea una expectativa irreal de que la belleza se mide por la delgadez, la juventud y la perfección física.

En una sociedad obsesionada con la juventud, el aspecto físico y la delgadez, envejecer se ha convertido en un acto de rebeldía para las mujeres.

El imperativo de mantenerse joven y delgada, de tener una piel perfecta y un cuerpo esculpido, ha impuesto una dictadura que controla la vida de muchas mujeres, generando una presión constante para resistir el paso del tiempo. Esta dictadura de la imagen no solo afecta la autoestima, sino que también condiciona las decisiones y el bienestar de millones de mujeres en todo el mundo.

Como resultado, muchas mujeres se sienten obligadas a cumplir con estos estándares, sometiéndose a dietas extremas, cirugías estéticas y rutinas de ejercicio agotadoras…Para, para, me niego.

Siempre me gustó la canción de Jeanette ”yo soy rebelde”, así que mi rebeldía o mejor dicho mi insisto me dice no sigas ese camino.

En este contexto, el envejecimiento natural se ve como un enemigo a derrotar en lugar de un proceso natural que debe ser aceptado y celebrado.

 

 

El miedo a envejecer

El miedo a envejecer es un síntoma de esta dictadura.

La sociedad ha impuesto la idea de que envejecer es sinónimo de perder valor. Arrugas, canas y cambios en el cuerpo son percibidos como fallos, signos de que una mujer ya no es atractiva ni relevante.

Esta percepción lleva a muchas a vivir con la angustia de no cumplir con los estándares de belleza juveniles, y en muchos casos, a luchar contra lo inevitable mediante productos antienvejecimiento, tratamientos estéticos invasivos, y hasta la negación de la propia edad.

El problema radica en que este miedo no solo afecta la apariencia física, sino que también erosiona la confianza y la autoestima. Las mujeres empiezan a creer que, si no cumplen con estos estándares, no son dignas de admiración ni respeto, lo que las obliga a ocultar su verdadera apariencia, su edad y su historia.

Ante esta dictadura de la imagen, propongamos un movimiento de resistencia: el derecho a envejecer con dignidad y sin presión social.

Cada vez más mujeres están reclamando su libertad para envejecer de manera natural, aceptando su cuerpo tal como es, con sus arrugas, canas y cambios. La idea de que la belleza se desvanece con la edad está en nuestra cultura desde que nacemos, hay que promover una visión más inclusiva y realista de lo que significa ser hermosa.

Envejecer no debería ser una fuente de vergüenza, sino un símbolo de experiencia, sabiduría y fortaleza.

Es hora de desafiar los estándares que han sido impuestos sobre las mujeres durante tanto tiempo. Las mujeres deben ser libres de envejecer, de tener cuerpos que no cumplan con un ideal de delgadez, y de ser valoradas por mucho más que su apariencia.

Solo cuando eliminemos estas expectativas injustas podremos avanzar hacia una sociedad más equitativa, en la que las mujeres sean verdaderamente libres de ser ellas mismas, sin el peso de la dictadura de la imagen.

El trabajo que realizamos en las clases de Inteligencia Corporal nos ayuda a tener más consciencia, ¿consciencia? Si para poder elegir. Así que elijo y voy a abrazar el proceso natural del envejecimiento y reclamar mi derecho a envejecer en paz (aunque alguna foto mía de cuando era joven de vez en cuando … ¡oh mama!).

La verdadera belleza no reside en la apariencia física, sino en la confianza, la autenticidad y la capacidad de vivir plenamente, sin miedo al paso del tiempo.

Tanto si eres mujer u hombre atrévete a decir: Déjenme envejecer, quiero tener la edad que tengo. Gracias.

Por cierto, cada vez son más personas las que se unen a nuestras clases de Inteligencia Corporal o bien de forma  presenciales u online. 

¡TE ESPERO!