Adaptarse

¿Cerrando el año o continuando? Siempre el final de año es un momento de reflexión para muchas personas. Muchas incluyen una revisión de sus hábitos y estilo de vida.

¿Lo haces tú?

Cuando estás sano, te adaptas: la clave de la resiliencia corporal.

La salud es un concepto que a menudo reducimos a la ausencia de enfermedad. Sin embargo, la salud va mucho más allá. En realidad, es la capacidad de nuestro organismo para adaptarse y responder a los cambios, tanto internos como externos. Esta adaptabilidad, que podríamos llamar “resiliencia corporal”, es un signo clave de que el cuerpo está funcionando en su mejor estado. Pero, ¿cómo se define esta capacidad de adaptación y cómo podemos potenciarla?

Se sacó de contexto el trabajo de Darwin: La frase “sobreviven las especies más fuertes” es en realidad una interpretación simplificada y, en cierto sentido, errónea de la teoría de la evolución de Darwin. En su lugar, Darwin habló de la “supervivencia de los más aptos” (survival of the fittest), donde “aptitud” no significa necesariamente ser el más fuerte en términos de poder o resistencia física, sino ser el más capaz de adaptarse a los cambios en el entorno.

 

Adaptabilidad vs. Fuerza: El Verdadero Factor de Supervivencia

En la naturaleza, la fuerza física puede ser una ventaja en algunas circunstancias, pero no garantiza la supervivencia a largo plazo si el organismo no es capaz de adaptarse a cambios repentinos en el ambiente. Por ejemplo, un animal físicamente fuerte podría ser incapaz de sobrevivir a una sequía o a un cambio brusco en la temperatura, mientras que otro menos “fuerte” en el sentido tradicional podría tener mejores probabilidades de sobrevivir gracias a su capacidad de adaptarse a esas condiciones.

 

¿Qué significa pues realmente adaptarse?

Adaptarse es la habilidad de un organismo para responder a los estímulos, superar los cambios y encontrar un nuevo equilibrio. Para nuestro cuerpo, esta capacidad es esencial: los ritmos internos (como el sueño, el hambre o el estado de ánimo) están en constante cambio, y también lo están las condiciones externas. Cuando tenemos una buena salud, el cuerpo se ajusta a estos cambios casi de forma automática. Por ejemplo, cuando hace frío, el organismo reacciona para mantener la temperatura corporal constante, o cuando el estrés aumenta, se activa una serie de respuestas fisiológicas para enfrentarlo. Esto no ocurre de manera tan eficiente si el cuerpo está débil o si existen problemas de salud.

 

La relación entre salud y adaptabilidad

La adaptabilidad depende de la armonía y el equilibrio en los diferentes sistemas corporales. Nuestro sistema nervioso, por ejemplo, es una de las principales piezas de este rompecabezas. Su capacidad de detectar y responder rápidamente a los cambios asegura que el organismo se ajuste en el momento adecuado. También está el sistema inmunológico, que constantemente evalúa nuestro entorno y toma decisiones en milésimas de segundo para protegernos de posibles amenazas.

Otro factor fundamental en esta capacidad de adaptación es el estado de nuestro sistema fascial, el cual se extiende por todo el cuerpo y conecta órganos, músculos y huesos. La fascia tiene la capacidad de adaptarse a tensiones y cambios posturales, y una fascia saludable facilita el movimiento y la flexibilidad, lo que a su vez fortalece la adaptabilidad global del cuerpo.

 

¿Cómo potenciar la capacidad de adaptación del cuerpo?

1. Movimiento consciente: Movimientos como el yoga somático, el taichi, la danza o la práctica de la inteligencia corporal potencian la elasticidad, la flexibilidad y la estabilidad del sistema musculo-esquelético. Cuando nos movemos de forma consciente, mejoramos no solo el tono muscular, sino la capacidad de la mente y el cuerpo para responder mejor a los cambios.

2. Alimentación que nutra, no que solo alimente: Una dieta rica en nutrientes ayuda al cuerpo a regenerarse y a responder mejor al estrés. Los alimentos procesados, por otro lado, cargan al cuerpo de toxinas y dificultan su capacidad de adaptación.

3. Gestión del estrés: El estrés prolongado deteriora la capacidad adaptativa del cuerpo, haciéndolo más vulnerable a enfermedades. Practicar técnicas de relajación como la meditación o el mindfulness ayuda a reducir la carga emocional y mejorar la respuesta corporal a los factores de estrés. Sobre todo encuentra momentos de reparación, no te satures con más y más, y este más y más puede ser estar todo el día con el móvil.

4. Escuchar al cuerpo: No se trata solo de hacer chequeos médicos regulares, sino de aprender a escuchar los pequeños avisos que el cuerpo nos da: una tensión en la espalda, un cansancio no habitual o una sensación de ansiedad pueden ser signos de que algo no anda bien. La inteligencia corporal nos invita a prestarle atención a estas señales y tomar acción para restablecer el equilibrio.

 

Adaptarse como señal de salud

Quizás una de las pruebas más interesantes de que la salud es adaptabilidad es la diferencia entre un cuerpo joven y uno envejecido. Los cuerpos jóvenes se recuperan de lesiones más rápido, son más flexibles y se adaptan mejor a los cambios de temperatura o actividad. Con el tiempo, esta capacidad adaptativa suele disminuir, pero mantener un estilo de vida saludable puede ralentizar este proceso. La clave está en entender que un cuerpo sano no es un cuerpo exento de cambios, sino uno que los asimila y responde a ellos de manera eficaz. Cuando el cuerpo pierde su capacidad de adaptación, se hace más vulnerable a enfermedades y problemas crónicos. Por el contrario, la capacidad de adaptarse es una especie de seguro contra el desgaste y el paso del tiempo.

 

Evolución y Adaptabilidad

La salud no es un estado fijo, sino un flujo constante de adaptación a las circunstancias. La supervivencia de los “más aptos” implica la capacidad de cambiar y ajustarse a nuevas circunstancias. Así, adaptabilidad y no necesariamente fuerza, es el factor que permite que una especie, o un organismo, prospere. En términos de salud humana, esto se traduce en cuidar la capacidad de tu cuerpo y mente para adaptarse a los cambios, fortaleciendo la resiliencia frente a los retos de la vida, en lugar de enfocarse únicamente en desarrollar fuerza física. Cuidarnos no es solo una cuestión de evitar enfermedades, sino de potenciar nuestra capacidad de adaptación. Esto incluye la capacidad de aprender, de colaborar, de desarrollar herramientas y tecnologías, y de ajustar nuestro comportamiento a diferentes contextos. Cuando estamos sanos, estamos preparados para lo que venga; podemos adaptarnos.

Y, en ese proceso, vivimos más plenamente y en equilibrio. Con el trabajo de la Inteligencia Corporal no solo te mueves mejor, disfrutas más del movimiento, menos dolor, duermes mejor, bla, bla bla… Sino que tienes mejores y/o nuevas opciones, tienes una mayor capacidad de reflexión sobre tus hábitos, ¡¡¡tu eliges!!!

Esta es la verdadera revolución.

Muy feliz año y vida. Gracias.