Quieren que seas tonto, pero feliz: ¿la receta perfecta para la ignorancia consciente?
Vivimos en una época en la que parece que se valora más la felicidad superficial que la introspección profunda. La sociedad actual promueve una especie de bienestar que se fundamenta en la idea de “sé feliz, pero no pienses demasiado”. Es como si nos dijeran, de manera tácita: “Lo más importante es que te diviertas, que no te sobrecargues con preguntas existenciales y que, sobre todo, no rompas el equilibrio en el que todos están cómodos”.
En esta carrera hacia la “felicidad instantánea”, el pensamiento crítico y la reflexión profunda se han convertido en enemigos a batir. La verdad es que esta mentalidad está más presente de lo que pensamos. Desde las redes sociales, que promueven la idea de una vida perfecta, hasta la industria del entretenimiento, que nos ofrece una distracción constante para evitar que nos detengamos a pensar en lo que realmente está pasando.
¿Por qué hablo de la ignorancia consciente?
Hay una idea muy tentadora: menos, es más. Pensar demasiado puede ser peligroso porque puede llevarnos a cuestionar el sistema, a hacernos preguntas incómodas sobre nuestra propia existencia, la sociedad que nos rodea o incluso el propósito de la vida. Y claro, eso puede generar ansiedad. ¿Por qué buscar respuestas difíciles cuando podemos simplemente consumir algo que nos haga sentir bien en el momento? El consumo de contenido vacío pero agradable nos ofrece una forma de escape donde no necesitamos hacer nada más que disfrutar.
En este contexto, lo que se valora es una felicidad fácil, sin complicaciones, sin cuestionamientos. ¿Por qué leer un libro profundo cuando puedes ver un video de 30 segundos que te dé una dosis de dopamina instantánea? ¿Por qué preguntarte sobre el impacto ambiental de tus decisiones si puedes ir de compras y sentirte bien con tus nuevas adquisiciones? La felicidad pasa a ser un producto de consumo, y todo lo que requiere esfuerzo, introspección o incomodidad queda fuera de la ecuación.
Volvemos al Pan y circo o ¿en verdad nunca lo dejamos?
El concepto de pan y circo proviene de la Antigua Roma y está muy relacionado con lo que describo: una forma de mantener a la población satisfecha y distraída para evitar que se cuestionara demasiado el sistema o se generaran movimientos de protesta.
La expresión panem et circenses (pan y circo) fue utilizada por el poeta romano Juvenal en su Sátira X, refiriéndose a la estrategia del gobierno romano de proporcionar alimentos gratuitos (pan) y espectáculos públicos (circo, como las famosas luchas de gladiadores o las carreras de carros) para mantener al pueblo contento y distraído, sin preocuparse por los problemas sociales o políticos que podrían haber originado descontento.
En esencia, se trataba de ofrecer distracción superficial para evitar que la gente se concentrara en los problemas reales o profundos de la sociedad. Hoy en día, podríamos ver este fenómeno reflejado en la cultura de consumo moderna, donde las personas a menudo buscan distracciones (televisión, redes sociales, entretenimiento superficial) para desconectarse de los problemas más profundos o de las crisis sociales y políticas.
El peligro de la “felicidad sin cerebro”
Lo irónico es que al mismo tiempo que se nos insta a no pensar demasiado, el consumo de esta felicidad fácil nos vuelve más esclavos de nuestras propias rutinas. Vivir sin cuestionar, ser una pieza más en la máquina que genera confort y distracción, es un mecanismo insidioso que hace que perdamos nuestra capacidad crítica. La felicidad sin cerebro es, en muchos casos, una fachada, una burbuja de confort que, cuando se pincha, deja al descubierto una sensación de vacío existencial.
Lo peor es que el precio de esta felicidad fácil es alto: perdemos nuestra capacidad de cuestionar, de generar nuestras propias respuestas, de ser verdaderamente libres. (ahora la palabra libertad esta perdiendo valorar porque su uso no corresponde al significado propio de la palabra como esta descrita en la Real Academia de la Lengua Española).
El contrapeso: la inteligencia corporal y el autoconocimiento
Pero, ¿y si la verdadera felicidad viniera de un lugar más profundo, más consciente, más auténtico? Y no me refiero solo a la mente, sino al cuerpo, ese espacio físico que a menudo ignoramos. La Inteligencia Corporal, ese conocimiento intuitivo que surge cuando conectamos cuerpo, mente y emociones, puede ser el verdadero camino hacia una felicidad duradera y genuina.
El movimiento consciente, el estar presentes en nuestro cuerpo, es una forma de vivir en armonía con nuestro entorno sin necesidad de alejarnos de la reflexión. A través del cuerpo, podemos acceder a una forma de sabiduría que no depende de las respuestas fáciles, sino de la conexión profunda con nuestro ser. Un ser que, lejos de ser tonto, es profundamente sabio, capaz de disfrutar de la vida, pero también de cuestionar y crecer.
En un mundo que quiere que seamos felices, que se ha vendido el concepto de felicidad a toda costa, lo más rebelde que podemos hacer es ser conscientes de nosotros mismos. La verdadera sabiduría reside en comprender que el pensamiento profundo no está reñido con la felicidad, sino que, en realidad, la hace más rica, más verdadera y más plena.
Así que, aunque el mundo quiera que seas tonto, la verdadera invitación es ser feliz, sí, pero también ser consciente, reflexivo y, sobre todo, libre.
Me da a mí que ese concepto de pan y circo está más presente hoy que hace 2000 años, quizás con otra estética.
Por eso hemos creado los eventos inspira, para seguir inspirándonos y conectándonos.
Aquí te dejo la información:
Te esperamos.
MONTANEJOS INSPIRA
BENICÀSSIM INSPIRA®